¿Qué significa ser pobre? No hay una sola manera de ser pobre. Quizás haya muchas, pero creo que dos son las más significativas: las personas que son pobres porque carecen de dinero y bienestar y aquellos que son pobres de espíritu.
Mucho se habla de las personas que padecen pobreza material, aunque poco se hace por ellas. Estadísticas, información de noticieros, índices del gobierno por un lado; por el otro, las manos generosas que se ofrecen para remediar esta triste situación: fundaciones, organizaciones, comedores, gente que colabora de una u otra manera para paliar estas necesidades.
Sin embargo, cada día se habla menos de la pobreza de espíritu y no es que no exista, y no es que no se desarrolle. No hay índices que la midan, ni noticieros que hablen de ella, pero es un mal de esta época que atañe cada día a más personas. Aún así, pareciera que no preocupara a nadie y es tan peligrosa, grave y dolorosa como la otra pobreza.
La alimentación es generalmente un tema importante en lo personal, en los medios, sea porque falta, sea porque no es sana, porque engorda o ayuda a adelgazar. Nos taladran los ojos y oídos con imágenes sobre productos light, bajos en colesterol, ricos en fibra, pero, ¿quién se ocupa de alimentar el espíritu?
Desde ya que no existe una preocupación nacional por saciar el hambre de los corazones, tampoco existe un marketing que nos conduzca a probar las vivencias que nos ayudarían a enriquecer el alma y fortalecer nuestro interior.
Por eso, la preocupación para que esta innegable pobreza se transforme en riqueza debe ser propia. Entonces podemos plantearnos si realmente nos preocupa nuestro espíritu, ¿lo alimentamos y enriquecemos?, ¿nos ocupamos de él, de lo que le hace bien o mal, de lo que necesita?
Con el paso del tiempo, en apariencia -y sólo en apariencia- todo ha avanzado. Digo en apariencia porque creo que este avance no alcanza todas las dimensiones del hombre, su voluntad, su corazón. Nos hemos ido haciendo, desde lo interno, más pequeños, nos hemos ido empobreciendo. Como seres humanos nos hemos preocupado tanto por tener, lograr, avanzar y alcanzar lo material, lo tangible, que hemos dejado de lado lo que para “El Principito” y otros es invisible a los ojos.
Seguramente todos tenemos a mano alguna dieta que hemos hecho alguna vez, sabemos fehaciente mente qué alimentos nos conviene comer y cuáles no, pero ¿tenemos en cuenta qué necesitamos para que nuestro corazón se alimente y pueda de esa manera alimentar a los que nos rodean? El diálogo, una atenta escucha al otro, el brindar nuestro tiempo, el hacer amigos, porqué no un buen libro, son cosas que sin duda nos ayudarán a enriquecernos como personas. Las cosas que atañen al alma no aparecen en un catálogo, una dieta, una receta, pero existen, están ahí. Son tangibles también, se tocan y están a la mano de quien quiera: la palabra de Dios, la manito de un hijo aferrada a la nuestra con sus pequeños deditos, un abrazo, un gesto de caridad, una llamada a alguien que está solo y tantas otras cosas.
Paradójicamente, todo aquello que nos nutre por dentro es lo que ofrecemos al otro, lo que damos sin pedir nada.
No nos empobreceremos dando lo mejor de nosotros; muy por el contrario, seremos cada vez más ricos. Tendremos la mejor de las riquezas, la verdadera y más sana, aquella que no se guarda en un banco.
Para poder dar hay que tener, para tener hay que trabajar, y esta frase que podría referirse a lo material, es adecuada también para nuestro espíritu. Si nos preocupamos y ocupamos por saciar el hambre del corazón, de fortalecerlo, de llenarlo realmente de amor, entonces tendremos mucho para ofrecer al otro. Esto también es un ejercicio. En el mundo que nos ha tocado vivir, y por extraño que parezca, hay que ejercitarse para enriquecer nuestra interioridad, pues los factores externos no siempre ayudan. El modelo de hombre que tiene éxito en los tiempos que corren es precisamente el que corre tras el poder y el dinero. Está en nosotros poder escapar de ese modelo y ajustarnos fielmente al modelo que Cristo nos enseñó. Hoy todos los modelos cambian: los autos, los celulares, los dvd’s... Hay que cambiar, actualizarse, modernizarse en todo. Pero, aunque parezca ridículo, lo verdaderamente importante no requiere actualización. Nuestro corazón es siempre el mismo, lo que debemos hacer es no actualizarlo, sino enriquecerlo, ampliar su capacidad de amar y perdonar, y por sobre todas las cosas ofrecerlo. Es dando todo lo que podamos al otro, lo que el otro necesite, la mejor manera de salir de la pobreza espiritual.
Para reflexionar juntos:
¿Nos ocupamos aunque sea un momento al día de enriquecer nuestro espíritu?
¿Sabemos a ciencia cierta qué lo enriquece?, ¿nos hemos puesto a pensar en ello?
Qué nos preocupa más, ¿ser pobres en términos económicos o ser pobres en nuestra alma?
¿Podemos ver que la verdadera riqueza está en el alma y se construye más dando que recibiendo?
Lo invito a “invertir” unos minutos en usted mismo y replantearse la propia pobreza.
Autor: Liana Castello
Escritora
Lada sin Costo: 01 800 837 1422
Mas Natural
Salud y Bienestar
Lada sin Costo: 01 800 837 1422
http://centromasnatural.blogspot.mx/
Facebook: nonoxono salmar
Mail: nonoxono@hotmail.com
www.centromasnatural.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario